Salud laboral - porExperiencia, Revista de Salud Laboral. n.79, Abril 2018

porExperiencia, Revista de Salud Laboral. n.79, Abril 2018

Fecha: 01-04-2018

Salud Laboral |
 

porExperiencia, Revista de Salud Laboral. n.79, Abril 2018

Víctimas del sistema

Hace 31 años, un 23 de abril de 1987, un edificio en construcción, L’Ambiance Plaza, se derrumbaba en la ciudad estadounidense de Bridgeport (Connecticut) provocando la muerte de 28 trabajadores. El proceso de mediación concluyó con un acuerdo que se valoró en 41 millones de dólares para hacer frente a todas las reclamaciones legales derivadas del siniestro. Unos días después, el 28 de abril, se celebraba por segundo año el Día Internacional del Luto, o día de luto de los trabajadores, aprobado en 1985 por la Canadian Labour Congress (Congreso Canadiense del Trabajo), con un monumento situado en el Parque Vicent Massey de Ottawa.

Nueve años después, en 1996, el movimiento sindical internacional establece el 28 de abril como el Día Internacional en Memoria de los Trabajadores Fallecidos y Heridos. Siete años después, en 2003, la Organización Internacional del Trabajo se involucra en esta conmemoración a petición del movimiento obrero organizado, estableciendo el 28 de abril como el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, “un día para aumentar la conciencia internacional sobre la seguridad y la salud tanto entre los sindicatos como entre las organizaciones de empleadores y los representantes de los gobiernos. La OIT reconoce la responsabilidad compartida de las principales partes interesadas y los anima a promover una cultura preventiva de seguridad y salud y a cumplir con sus obligaciones y responsabilidades, con el fin de prevenir las muertes, lesiones y enfermedades relacionadas con el trabajo, y permitir a los trabajadores regresar con seguridad a sus hogares al final de cada día de trabajo”. Una definición políticamente correcta que busca, en un idílico tripartismo dialogado, la solución a los daños a la salud derivados del trabajo. Unos daños que son fruto de un sistema económico y político que pone al capital, al beneficio empresarial, por encima del derecho a la vida de las clases trabajadoras. La única posibilidad de revertir ese sistema injusto e inhumano la puso en marcha el movimiento obrero y en algún momento se pensó que esas soluciones tripartitas que propuso la OIT permitirían enderezar la deshumanización del sistema. Pero, por desgracia, no ha sido así: la relación laboral nunca fue equilibrada y cada vez se desequilibra más. Hay una parte más frágil y que, gracias a las políticas de los gobiernos, se debilita cada vez más: los trabajadores y las trabajadoras. A lo largo de estos años, el movimiento sindical no ha cejado en su denuncia por el daño ocasionado por el trabajo o, mejor dicho, por las insalubres formas de trabajar; siempre de forma proactiva, proponiendo mejoras en las condiciones de trabajo y, naturalmente, en el sistema de prevención. Paralelamente, al menos en España, los gobiernos, a golpe de decreto, han desmantelado los sistemas de protección social, han precarizado el mercado de trabajo, y han destrozado el sistema de negociación colectiva, dejando el camino despejado a las prácticas empresariales más abusivas, más dañinas.

Hoy, 31 años después de que en el Parque Vicent Massey de Ottawa se erigiese un monumento en memoria de los trabajadores y las trabajadoras víctimas del trabajo, seguimos luchando para que se invierta más en prevención y así evitar los siempre elevados niveles de siniestralidad, se reconozcan o no en las cifras oficiales. En 2017, al menos medio millón de personas trabajadoras tuvieron un accidente de trabajo (sabemos que son muchas más), y al menos se iniciaron 21.000 partes por enfermedad profesional (sabemos que son muchos más) según la deficiente estadística oficial. Estas mismas fuentes señalan que perdieron la vida al menos (también sabemos que son más) 618 personas mientras trabajaban. Es un día para reivindicar más seguridad y salud, más prevención, pero sobre todo para exigir responsabilidad a empresarios y gobiernos. Siguen negando el daño y siguen deteriorando las condiciones de trabajo. La precariedad mata, no cabe duda, y más de la mitad de trabajadores y trabajadoras trabaja en condiciones de precariedad. La lucha de los trabajadores y las trabajadoras es más necesaria que nunca. En recuerdo de los que perdieron la vida y al lado de los que la defienden.


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